Una víctima de la recesión y el desempleo se menciona poco. En varios países los programas de créditos educativos no están pasando por su mejor momento.
Se ha dicho muchas veces que los préstamos para educación son el segmento más noble, bello y socialmente productivo de todo el sistema crediticio de un país, y que promueven la movilidad social, una distribución más equitativa del ingreso y oportunidades para las minorías.
Pero para que sean sostenibles, los créditos educativos deben ser recuperados, salvo casos especiales de becas gratuitas financiadas por gobiernos, empresas, fundaciones u organismos internacionales. Algunos programas involucran garantes y fiadores. Otros, como en Australia, condicionan el cobro al nivel de ingreso que llegue a tener el antiguo estudiante. En Inglaterra son mayormente estatales, y son cancelados si el beneficiario fallece, queda discapacitado o alcanza una determinada edad. En los Estados Unidos los créditos federales son los más voluminosos y hay también créditos privados con garantía estatal. En la India se pueden borrar después de 120 cuotas. Y son populares también en Corea, Taiwán, Filipinas y otros países de Asia.
El desempleo de graduados universitarios en el sur de Europa ha elevado el riesgo de los préstamos para educación. Con más del 30% de los nuevos graduados sin conseguir trabajo, o teniendo que aceptar ofertas por debajo de su ingreso anticipado, la morosidad de los créditos aumenta dramáticamente. En los Estados Unidos, donde dos tercios de los estudiantes salen de la universidad debiendo dinero, los préstamos con atrasos de más de 90 días han pasado del 6% del total de créditos en el 2003 al 11% a fines del año pasado.
Y los montos no son insignificantes. El saldo de los créditos educativos en los Estados Unidos, por ejemplo, llega al millón de millones de dólares, siendo el monto de deuda más cuantioso después de los préstamos hipotecarios.