Por Vivian Purcell
Es sabido que en la República Dominicana muchos estudiantes, aun cuando asistían a la escuela, no venían adquiriendo las competencias y habilidades fundamentales necesarias para la vida. El cierre prolongado de los centros educativos está agravando aún más esta situación. No solamente porque el acceso a las clases ofrecidas a distancia mediante las diferentes plataformas tecnológicas depende directamente del nivel socioeconómico, sino porque ha sido demostrado que, en promedio, un mes fuera de las aulas implica la pérdida de entre el 25% y el 30% del aprendizaje adquirido durante un año escolar (Quinn & Polikoff, 2017). Además, un estudio reciente muestra que los niños en países de bajos y medianos ingresos podrían perder más de un año de aprendizaje después de un cierre escolar de tres meses, porque las pérdidas continúan aumentando después de que los niños regresen a la escuela. Esto, considerando que los niños se han quedado rezagados del nivel de instrucción mientras están fuera de la escuela y continúan rezagándose a medida que avanza el plan de estudios cuando regresan (Kaffenberger, 2020).
La inequidad ha aumentado porque, aún con los esfuerzos de atender a una posible agudización de las situaciones de pobreza de la población, los impactos son mayores para los estudiantes provenientes de hogares pobres y vulnerables, y son estos los que están más privados de la educación debido a la crisis. Considerando que la educación es el camino más seguro para salir de la pobreza, y que no hay educación efectiva sin integrar al menos períodos de presencialidad, privar a los niños de su formación los condena a vidas más pobres, más cortas y menos gratificantes. En ese sentido, un estudio realizado por el Banco Mundial extrapolado a la realidad dominicana revela que, en términos económicos, asumiendo una vida laboral activa de 45 años, el cierre prolongado implica alrededor de 2.7 millones de pesos dominicanos en pérdidas de ganancia a nivel personal; y alrededor de 748 mil millones de pesos dominicanos en pérdidas de ganancia a nivel país (Psacharopoulos, G., Collis, V., Patrinos, H.A., & Vegas, E., 2020).
Peor aún, más de 130 mil familias que tienen alguna capacidad de pago, están destinando entre 500 y 10 mil pesos semanales para que un adulto cuide a sus hijos, mientras se ausentan para cumplir con sus obligaciones laborales (EDUCA, 2021). Lo que implica que, en términos económicos, los efectos ya se están notando.
Del mismo modo, la ausencia del apoyo y de la estructura que brindan los centros educativos también está afectando la salud, la seguridad y el bienestar de los niños, niñas y adolescentes. También está en juego la nutrición y la salud física de los estudiantes, ya que alrededor de 1.5 millones de alumnos dominicanos de las escuelas públicas dependen de programas de alimentación escolar, y este, que cumple un rol compensatorio, en momentos como el actual se convierte en una política social que procura favorecer a los niños y hogares más vulnerables (INABIE, 2019). Adicionalmente, está en juego la salud mental, ya que el aislamiento que han debido mantener y los efectos traumáticos de la crisis sobre las familias está causando problemas socioemocionales en los estudiantes y un aumento en los casos de abuso y maltrato en los hogares.
Experiencias anteriores han demostrado que cuanto más tiempo los niños estén fuera de la escuela, menos probabilidades hay de que regresen. En circunstancias normales, los estudiantes que pierden más de diez días de clases tienen un 36% más de probabilidades de abandonar la escuela. En el contexto actual de la pandemia por la Covid-19, el riesgo de deserción escolar se acrecienta. Esto sucede por la cantidad de días fuera de la escuela, y debido a la interrumpción de varios de los apoyos que pueden ayudar a los niños vulnerables a permanecer en la escuela, como son: compromiso académico y logros, relaciones sólidas con adultos comprometidos con su bienestar y entornos saludables de apoyo. Además, se ha visto un aumento en el trabajo infantil por las presiones económicas sobre los hogares, y por el aumento en los matrimonios infantiles de niños y adolescentes (World Bank Education, 2020). De hecho, EDUCA evidenció que al menos 20,000 niños dominicanos ya se han desvinculado de su proceso formativo.
Sin lugar a duda, mantener las escuelas cerradas conlleva costos masivos, individuales y sociales a corto, mediano y largo plazo. Su impacto es particularmente severo para los niños y las familias más vulnerables y marginadas. Muchos niños y adolescentes no pueden aprender, crecer, participar, socializar, mantenerse activos, comer alimentos saludables u obtener apoyo de manera efectiva hasta que las escuelas vuelvan a abrir.
Aunque en un principio la medida de cerrar los centros educativos fue la correcta, un año más tarde, no. La evidencia científica es abrumadora indicando que los riesgos para los estudiantes y el personal pueden mantenerse bajos si las escuelas se adhieren a los protocolos correspondientes. Prueba de ello es que tras un mes de clases semipresenciales en 48 municipios de la República Dominicana, ningun estudiante, docente o administrivo se ha contagiado de la COVID-19 (Fulcar, 2021).
La Covid-19 genera riesgos, de eso no hay duda. Pero son riesgos que se corren transitando por las calles del país, acudiendo a eventos familiares, visitando plazas comerciales. Son riesgos que se corren si no se mantienen los protocolos adecuados. Es prácticamente imposible contar con una estrategia que implique cero riesgos durante una pandemia, y a lo que se tiene que aspirar es a una estrategia de reducción de riesgos.
Quizás hoy es difícil entender los peligros de no abrir los centros educativos, pero sus consecuencias probablemente sean mucho más costosas para el país que la propia pandemia. Es tiempo de escuchar a la ciencia. Es tiempo de llevarse de las evidencias. Es tiempo de atender la crisis antes de que se convierta en una tragedia.
Referencias:
INABIE. (2019). Memoria Institucional 2019. Obtenido de: http://www.inabie.gob.do/transparencia/index.php/plan-estrategico-de-la-institucion/informes-de-logros-y-o-seguimiento-del-plan-estrategico?s=37530630AFDDDE91BF200B1FA40A567C70550509
Fulcar, R. (2021). Entrevista en el programa “El Despertador”.
Kaffenberger, M. (2020). How much learning may be lost in the long-run from COVID-19 and how can mitigation strategies help? Obtenido de: https://www.brookings.edu/blog/education-plus-development/2020/06/15/how-much-learning-may-be-lost-in-the-long-run-from-covid-19-and-how-can-mitigation-strategies-help/
Psacharopoulos, G., Collis, V., Patrinos, H.A., & Vegas, E. (2020). Lost Wages: The COVID-19 Cost of School Closures. World Bank Group: Education Global Practice
Quinn, D. & Polikoff, M. (2017). Summer learning loss: What is it, and what can we do about it? Obtenido de: https://www.brookings.edu/research/summer-learning-loss-what-is-it-and-what-can-we-do-about-it/#:~:text=One%20study%20using%20data%20from,and%20lose%20more%20over%20the
The Economist. (2020). The risks of keeping schools closed far outweigh the benefits. https://www.economist.com/leaders/2020/07/18/the-risks-of-keeping-schools-closed-far-outweigh-the-benefits
UNESCO. (2021). COVID-19 Impact on Education. Obtenido de: https://en.unesco.org/covid19/educationresponse
World Bank Education. (2020). Covid-19: Impacto en la Educación y Respuestas de Política Pública”. Obtenido de: https://openknowledge.worldbank.org/bitstream/handle/10986/33696/148198SP.pdf?sequence=6&isAllowed=y
EDUCA. 2021. Resultados del “Estudio sobre la opinión de las familias acerca de la educación en pandemia”. Obtenido de: https://educa.org.do/2021/02/23/resultados-del-estudio-sobre-la-opinion-de-las-familias-acerca-de-la-educacion-en-pandemia/
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La tragedia es que se siga muriendo gente, inconscientes