Autor: Manuel Castellanos
La pandemia de la enfermedad por coronavirus COVID-19 ha creado el quiebre de los sistemas educativos más grande de la historia contemporánea a nivel global. Los cierres de las escuelas y otros espacios de aprendizaje han impactado 94% de la población estudiantil mundial. Si se fija la mirada en países de bajos y medianos-bajos ingresos, esta proporción se eleva al 99%, alcanzando así a casi 1,600 millones de estudiantes afectados. (Naciones Unidas, 2020).
La crisis ha logrado agudizar las disparidades educativas preexistentes al reducir las oportunidades de los más vulnerables (aquellos que viven en áreas rurales, refugiados, personas con discapacidades, población socioeconómicamente frágil) para continuar su aprendizaje. Además, a medida que el confinamiento en la mayoría de los países se alarga, empiezan a surgir cuestionamientos sobre los efectos a mediano y largo plazo para esta generación de estudiantes. Mientras algunos países comienzan a reanudar la educación (tanto presencial como remota por diversos medios), otros todavía permanecen con la incertidumbre de como estructurar un calendario educativo atípico.
En este sentido, el propósito de esta nota es analizar los distintos escenarios que podrían ocurrir a nivel macro y sus posibles consecuencias.
El contexto antes de la COVID-19
Antes de la pandemia, la situación global ya presentaba retos formidables en materia de brecha educativa. Entre las metas de Desarrollo Sostenible para el 2030 de las Naciones Unidas, la No. 4 apunta a “asegurar la educación de calidad inclusiva y equitativa y promover oportunidades de aprendizaje a lo largo de toda la vida, para todos”. La brecha financiera para alcanzar esta meta en países de bajos y medianos ingresos a principios de 2020 era de 1,480 millones de dólares norteamericanos, creciendo un 18% de lo que era en 2015, 390 millones de dólares norteamericanos. (UNESCO Institute for Statistics (UIS), 2018)
¿Cómo luce el futuro inmediato, dada la COVID-19?
La reapertura de las escuelas ha comenzado a nivel mundial, y asegurar la continuidad del aprendizaje se ha vuelto prioridad para los gobiernos del mundo. Hasta la actualidad, han sido 4 modalidades alternativas las que han sobresalido por su uso en la gran mayoría de países: Radio, Televisión, Aprendizaje con base en materiales y el Aprendizaje en Línea. Este último cuenta con mayor número de limitaciones, por lo que los gobiernos han optado por utilizar los medios más tradicionales en zonas donde la conectividad puede verse debilitada o simplemente ser nula.
Cabe destacar que la cantidad de países que está realizando monitoreo continuo del alcance efectivo de estas modalidades es relativamente bajo. De todas maneras, dentro de los paises que hay datos disponibles, se observa una diferencia marcada en la cobertura efectiva; los países de altos ingresos logran 80-85%, mientras que esta métrica cae a menos del 50% en países de bajos
ingresos. Esta caída puede ser ampliamente atribuida a la brecha digital, en la cual los desaventajados tienen acceso limitado a servicios básicos del hogar tales como electricidad; falta de infraestructura tecnológica y bajos niveles de manejo de las herramientas digitales entre estudiantes, padres y maestros. (Dreesen, et al., 2020)
Esto también ha representado un cambio importante en como los estudiantes son evaluados. En la gran mayoría de países, los exámenes han sido pospuestos, en otros han sido cancelados (como es el caso de las Pruebas Nacionales en la República Dominicana), y en otros han sido reemplazados por evaluaciones continuas en las modalidades alternativas, como exámenes en línea. Si bien por un lado se conoce la gravedad del asunto y de un choque de esta magnitud, por otro lado, estas metodologías han llamado mucho la atención, por la capacidad de monitoreo en tiempo real de los estudiantes, para de esa manera poder dar seguimiento a estadísticas de desempeño de una manera automatizada y sencilla. Obviamente, cada solución contiene su propio reto, más notablemente en términos de equidad. (Naciones Unidas, 2020)
Efectos a mediano y largo plazo: Posibles Escenarios
Además de los efectos mencionados anteriormente, el comportamiento del desempeño del estudiantado como grupo puede cambiar a futuro, dadas las condiciones actuales. El programa PISA construye las llamadas “curvas de aprendizaje”, para clasificar a los países de acuerdo con su desempeño en la prueba, pero hay mucho más que se puede aprender de estos datos. Esto puede brindar ilustración al momento de diseñar estrategias para atravesar la presente crisis, y evitar problemas que duren más allá de la marca de generaciones.
Por ejemplo, el ancho de la curva (en términos estadísticos, la desviación estándar), es uno de los indicadores de desigualdad de los sistemas escolares. A su vez, el promedio de la curva es una de las medidas más famosas para clasificar a los países de acuerdo con su rendimiento. Además, estas métricas se comparan con la línea de mínima competencia, estándar de PISA. La preocupación a largo plazo es que la cantidad de estudiantes que alcanzan la mínima competencia decrezca dramáticamente. Este aumento se puede dar por diversas razones, para esto, (Iqbal, Azebedo, Geven, Hasan, & Patrinos, 2020) analizan los distintos escenarios y cambios distribucionales que pueden ocurrirle a la curva de aprendizajes.
En el primer escenario, se representa la transformación más directa, que es generada por una reducción en los niveles de aprendizaje en toda la distribución, prácticamente una traslación hacia la izquierda, manteniendo las proporciones. La curva azul, representa la distribución actual de los aprendizajes de PISA, mientras que la curva naranja representa el posible cambio en la distribución, ambas con respecto al nivel mínimo de competencia. (Iqbal, Azebedo, Geven, Hasan, & Patrinos, 2020).
En el segundo escenario, se representa como puede aplanarse (o desviarse) la curva debido a los importantes efectos de desigualdad generados por la crisis (curva naranja). En este escenario, los niños que se encuentran en la parte superior podrán superar la situación mientras que aquellos que se ubican en la parte inferior se retrasarán. Si bien el virus no discrimina por nivel de ingreso al momento de infectar, lo cierto es que las personas de altos ingresos están mucho mejor equipadas para mitigar los efectos de la crisis. Las familias con más recursos se encuentran en casas cómodas, cuentan con una buena conexión a internet, pueden contratar un tutor privado y pueden estar mejor equipados para la enseñanza en casa, pues los padres probablemente cuenten con buen nivel educativo. Las familias de menos recursos, puede que no cuenten siquiera con una radio, menos aún con una conexión a internet, y, además, puede que a los padres les cueste muchísimo seguir el ritmo de las tareas de sus hijos. Asimismo, puede que estos rezagados eventualmente sean víctima de un agudo incremento de la pobreza y el desempleo, ocasionado por la falta de oportunidades. (Iqbal, Azebedo, Geven, Hasan, & Patrinos, 2020)
En el tercer escenario, debe tomarse en cuenta como la curva puede cambiar debido a las deserciones escolares. Esto puede generar un aumento abrupto de las personas por debajo del nivel mínimo de competencia. Hemos aprendido de períodos de ausencia a clases prolongados anteriores que la matrícula escolar puede disminuir drásticamente debido a los efectos secundarios tanto de la oferta como la demanda. Por el lado de la demanda, las crisis en los ingresos conducen a que las familias pidan a sus hijos que trabajen, y luego ya no vuelven a regresar a la escuela. Por parte de la oferta, podría observarse una cantidad cada vez mayor de cierres de escuelas. Los gobiernos pueden comenzar a quedarse sin efectivo a medida que el sistema económico global se ve fuertemente golpeado, y esto puede obligar a que ocurran fusiones o remociones de escuelas del sistema. (Iqbal, Azebedo, Geven, Hasan, & Patrinos, 2020)
A su vez, esta situación puede desencadenar en el futuro problemas de otras índoles más allá de la educación, como inseguridad alimentaria, desempleo, violencia intrafamiliar, etc. Solo con la incertidumbre económica a la que se enfrenta el mundo en los próximos años, se puede prever que la habilidad de trabajar de muchos padres se verá afectada, reduciendo su ingreso y con ello el bienestar general de la economía. De hecho, como puede verse en la figura de más abajo, el Índice de Desarrollo Humano registra en lo que va de 2020, el decrecimiento más grande desde que se creó esta métrica en 1990. De forma que el bienestar de las personas estará directamente relacionado con la gestión de la incertidumbre y de lo que la situación pueda deparar.
Referencias:
- Dreesen, T., Akseer, S., Brossard, M., Dewan, P., Giraldo, J. P., Kamei, A., . . . Ortiz, J. S. (2020). Promising practices for equitable remote learning.
- Iqbal, A., Azebedo, J. P., Geven, K., Hasan, A., & Patrinos, H. A. (2020). We should avoid flattening the curve in education – Possible scenarios for learning loss during the school lockdowns. World Bank Blogs.
- Naciones Unidas. (2020). Policy Brief: Education during COVID-19 and beyond. Ginebra: United
- UNESCO Institute for Statistics (UIS). (2018). Out-of-School Children and Youth.
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